Una mariposa buscaba un sitio confortable en el que posarse para acicalar sus alas. Lo hizo en el hociquillo de un gato que dormía plácidamente su siesta. La mariposilla no causó el menor ruido; pero los gatos son tan sensibles que ése notó el tacto quebradizo de sus patas. Abrió los ojos con cuidado y desvió su mirada hacia la punta de su nariz. ¡Qué mariposa más bella! Quiso acariciarla con sus patas; pero la mariposa entendió otro mensaje y levantó el vuelo presurosa. Y así el gato siguió dando manotazos en el aire a ver si en una de las revueltas alcanzaba a esa mariposa festiva. Y ésa es la explicación de los saltos y cabriolas de todos los gatos. No hay otra. Ja, ja, ja...